8 de febrero de 2007

Poema publicado: Revista Papeles del Martes Nº36

Foto: Aída Acosta

“Amar a un ser es decir:
-Tú no morirás-“ Gabriel Marcel


El viento y la puerta
guardan celosamente sus palabras,
tienen encogido el rumor y se golpean.
Sólo la mano abierta
entiende la lluvia de arena,
alcanza el dolor.
Y esta presencia
es una sombra,
la mariposa negra que duerme
entre los cabellos de la mujer triste.
Y esto no es una interrupción,
es la mujer que llega
la que ama
la que juega con sus dedos el miedo.
Es la mujer ausente
de otoños incomprendidos
la que nace como un temblor
la mujer que sueña otra mujer
la mujer sin hijo
la mujer sin madre
la mujer que siempre fue mujer
y después también.
Es la mujer que conoce el camino
de su suicidio
de su querer sin nombre
la mujer que guarda en su regazo
el tacto milenario,
la mujer madre.
Es la mujer a la que se le rompe el padre
y le crecen en las manos espejos.
La mujer que abre sus ventanas
la mujer que ama y ama
la mujer que se llora a sí misma
la que se agota en silencio
la mujer que amo
la mujer que encendió la habitación donde soy
la mujer que quiero
la mujer que lloro,
la que nunca morirá.
Y es la mano, la mano abierta
la mujer que sueña luz
y me refleja.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida mía, tengo que decirte que eres maravillosa escribiendo.

Saludos.