20 de febrero de 2007

"Sudor de un paisaje"

Foto: Aída Acosta



("El paisaje es memoria"
Julio Llamazares)



La vida es un paisaje
memoria de lo que fuimos
claridad que se dilata en su silencio
en la pronunciación de una mirada
hemos perdido la piel por los caminos
hemos perdido los caminos
hemos llorado los desiertos de la ausencia.


Nada.


Sólo el vuelo del pájaro
la silueta de un horizonte
el verde que pierde su azul
sólo la sombra del cuerpo
la luna y su misterio
nuestra prolongación como partículas del cosmos.


Nada.


El paisaje es la vida que no alcanzamos
la incomprensión del tiempo.
La vida es paisaje para nuestros ojos
un diminuto espacio para la ilusión
una cuna para el último abrazo.


Nada.
.

17 de febrero de 2007

Diez y Punto

Foto: Aída Acosta



Hace unos años descubrí en una librería de segunda mano un pequeño libro que me acompaña siempre, es de una poeta argentina, Nira Etchenique. Hace unos días encontré parte de ese libro en internet. Os dejo el enlace para que os adentréis en su mundo.


http://ibucs.tripod.com/nira.html



"Ahora ya me callo, es el crepúsculo.
El sol se agarra a dios como a un ahogado
." (Nira Etchenique)

11 de febrero de 2007

Camino al andar




Hoy,

la poesía que os dejo está recogida dentro de la gran película documental "Camino al andar", de Sholeh Hejazi. Si podéis verla os cautivará.


A través de los ojos de una niña se emprende un recorrido por la evolución de la humanidad. Temas como el aprendizaje, la guerra, la verdadera comprensión, la pobreza, los medios de comunicación, lo que el futuro nos depara... son tratados desde voces tan prestigiosas como Amin Maalouf, Rafael Argullol, Federico Mayor Zaragoza, Muhammad Yunus, etc...


Como conclusión: "el futuro contra lo que ciertas teorías aseguran no se escribe solo. Nosotros escribimos el futuro."


Para ver alguna sinapsis de la película podéis visitar los siguientes enlaces:








8 de febrero de 2007

Poema publicado: Revista Papeles del Martes Nº37

Foto: Aída Acosta

“¿En qué lugar, en dónde, a qué
deshoras me dirás que te amo?
Esto es urgente porque la eternidad
se nos acaba…” Jaime Sabines



Las nubes se avecinan
como un claro presagio
de soledad.
Abro con los dedos
una ventana de aire
y renacen las gaviotas
con tu nombre azul.
Tu silencio me rompe.
No tengo más noche
que tu ausencia
no me envíes
más besos de hielo.
Muero a estas horas
por el golpe de huracán
del abandono
donde olvidas el peso
de mis alas
cuando tienen la tristeza
clavada como piedra.
He contado tus lunas
en la distancia
y han resbalado por mi piel
como espadas de agua
no alcanzo el límite
para detener este abismo
este abismo en el que
me precipito
justo en el momento
en el que te quiero.

Poema publicado: Revista Papeles del Martes Nº36

Foto: Aída Acosta

“Amar a un ser es decir:
-Tú no morirás-“ Gabriel Marcel


El viento y la puerta
guardan celosamente sus palabras,
tienen encogido el rumor y se golpean.
Sólo la mano abierta
entiende la lluvia de arena,
alcanza el dolor.
Y esta presencia
es una sombra,
la mariposa negra que duerme
entre los cabellos de la mujer triste.
Y esto no es una interrupción,
es la mujer que llega
la que ama
la que juega con sus dedos el miedo.
Es la mujer ausente
de otoños incomprendidos
la que nace como un temblor
la mujer que sueña otra mujer
la mujer sin hijo
la mujer sin madre
la mujer que siempre fue mujer
y después también.
Es la mujer que conoce el camino
de su suicidio
de su querer sin nombre
la mujer que guarda en su regazo
el tacto milenario,
la mujer madre.
Es la mujer a la que se le rompe el padre
y le crecen en las manos espejos.
La mujer que abre sus ventanas
la mujer que ama y ama
la mujer que se llora a sí misma
la que se agota en silencio
la mujer que amo
la mujer que encendió la habitación donde soy
la mujer que quiero
la mujer que lloro,
la que nunca morirá.
Y es la mano, la mano abierta
la mujer que sueña luz
y me refleja.

6 de febrero de 2007

Libro del Carnaval 2007





Límites transparentes


Cada lugar, cada paso, es una modificación vecinal. Confinados al límite de la mirada cada pestañeo puede sugerir un cambio de fronteras.
Una pared blanca que separa la vida ajena es como una hoja donde escribir los murmullos de la demencia. Los vecinos son siempre puertas y ventanas. Se intuyen bajo el sonido metálico, tras los portazos, bajo el taconeo, entre la cisterna. Hasta puedes ver su rostro al mirarte en el espejo.
Cuando en el edificio de enfrente tienden como sábanas sus crucigramas, intento descifrarlos para completar el mío, pero tras varios intentos me doy cuenta de la imposibilidad, cada uno recurre a métodos distintos, no hay la más mínima lógica. Entonces reflexiono y aprendo que para ser feliz cada uno tiene que resolver su propio crucigrama al ritmo que marca el interior de uno mismo, como una partitura.
Paso horas en mis ojos, me balanceo en las pestañas, y advierto al vecino que se descuelga como un noctámbulo, el susto se hace imperceptible desde la altura.
Cuando el día se cuaja de rumor y horizonte saludo a las ventanas pero nadie responde, quizás huyeron al sol y reproducen el sopor de los lagartos. Aquí todo es gris y alucinógeno. Todo es silencio.
Me quedo con el vecino que puntea su distracción en el balcón y se descalza las nubes, con la vecina que baja todos los días a comprar un frasco de locura para adornar la noche.
A veces los vecinos son sólo una mirada, un hola y adiós, se describen como pasos en la escalera, como astronautas en el ascensor, y se pueden enumerar observando el aleteo de las ventanas. En algunas ocasiones son los cuadros retratados en silencio mientras duermen. No me gustan los que se cuelan por las paredes como ratones y dejan el olor agrio de la desesperanza y el pudor, o se alzan como sombras inesperadas.
Hoy, mis vecinos son las casas del silencio, las casas que guardan el secreto de un pasado, donde el olvido se apodera de los rincones con el sigilo verde de ortigas y zarzas y el lamento gris de las arañas.
Esta noche mis vecinos son el silencio y la luna.
Esta noche se abren las palabras como un océano y llegan los barcos a faenar en los zapatos viejos.

Ciudad Rodrigo, 10-04-2006
Aída Acosta