6 de febrero de 2007

Libro del Carnaval 2007





Límites transparentes


Cada lugar, cada paso, es una modificación vecinal. Confinados al límite de la mirada cada pestañeo puede sugerir un cambio de fronteras.
Una pared blanca que separa la vida ajena es como una hoja donde escribir los murmullos de la demencia. Los vecinos son siempre puertas y ventanas. Se intuyen bajo el sonido metálico, tras los portazos, bajo el taconeo, entre la cisterna. Hasta puedes ver su rostro al mirarte en el espejo.
Cuando en el edificio de enfrente tienden como sábanas sus crucigramas, intento descifrarlos para completar el mío, pero tras varios intentos me doy cuenta de la imposibilidad, cada uno recurre a métodos distintos, no hay la más mínima lógica. Entonces reflexiono y aprendo que para ser feliz cada uno tiene que resolver su propio crucigrama al ritmo que marca el interior de uno mismo, como una partitura.
Paso horas en mis ojos, me balanceo en las pestañas, y advierto al vecino que se descuelga como un noctámbulo, el susto se hace imperceptible desde la altura.
Cuando el día se cuaja de rumor y horizonte saludo a las ventanas pero nadie responde, quizás huyeron al sol y reproducen el sopor de los lagartos. Aquí todo es gris y alucinógeno. Todo es silencio.
Me quedo con el vecino que puntea su distracción en el balcón y se descalza las nubes, con la vecina que baja todos los días a comprar un frasco de locura para adornar la noche.
A veces los vecinos son sólo una mirada, un hola y adiós, se describen como pasos en la escalera, como astronautas en el ascensor, y se pueden enumerar observando el aleteo de las ventanas. En algunas ocasiones son los cuadros retratados en silencio mientras duermen. No me gustan los que se cuelan por las paredes como ratones y dejan el olor agrio de la desesperanza y el pudor, o se alzan como sombras inesperadas.
Hoy, mis vecinos son las casas del silencio, las casas que guardan el secreto de un pasado, donde el olvido se apodera de los rincones con el sigilo verde de ortigas y zarzas y el lamento gris de las arañas.
Esta noche mis vecinos son el silencio y la luna.
Esta noche se abren las palabras como un océano y llegan los barcos a faenar en los zapatos viejos.

Ciudad Rodrigo, 10-04-2006
Aída Acosta

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